jueves, 8 de julio de 2010

RENÉ DESCARTES



¨ Vivir sin filosofar es, propiamente, tener los ojos cerrados, sin tratar de abrirlos jamás¨
¨La filosofía es la que nos distingue de los salvajes y bárbaros; las naciones son tanto más civilizadas y cultas cuanto mejor filosofan sus hombres¨
¨Pienso, luego existo¨
Biografía:

Rene Descartes nació el 31 de marzo de 1596 en La Haye en Touraine, cerca de Poitiers. Desde 1967 La Haye se llama Descartes en honor al filósofo, que fue el tercer hijo del jurista Joachim Descartes y de Jeanne Brochard. Aunque René pensaba que su madre murió al nacer él, lo cierto es que murió un año después, durante el parto de un hermano que tampoco sobrevivió. Tras la muerte de su madre, él y sus 8 hermanos fueron educados por su abuela, pues su padre, consejero del Parlamento de Bretaña, se ausentaba cada 2 años por largas temporadas, y acabó dejando atrás a sus hijos al contraer nuevas nupcias con una doncella inglesa. Fallece En septiembre de 1650 en Estocolmo. Allí murió de una neumonía el 11 de febrero, a los 53 años de edad.

¨ René Descartes fue uno de los grandes talentos de la humanidad en disciplinas tan distintas como la matemática, la ciencia y la filosofía.
Su primera vocación fueron la matemática y la geometría. Dos temas que dan la tranquilidad de estar pisando terreno seguro, porque cuando se dice que algo es matemáticamente exacto y cierto, tenemos pruebas que lo demuestran. Por lo tanto, eliminamos las dudas respecto a lo que sabemos y cuánto no sabemos. Cuando estamos alcanzando una conclusión podemos estar seguros de que llegamos a ella de manera adecuada. Lo mismo ocurre con un teorema geométrico. Descartes se preguntó si esto era seguro en todos los campos. Sabemos que existe la verdad, es decir, que habrá cosas, situaciones y opiniones que corresponden mejor a la realidad que otras. Pero, ¿cómo tener la certeza de que lo que nosotros creemos que es verdad lo es auténticamente? Creemos que alguna cosa es verdad, pero ¿cómo tener la certeza de que lo es? ¿Cómo sabemos que no nos engañamos? El problema no es que exista la verdad, sino que nosotros podamos reconocerla, que en nuestro pensamiento lleguemos a tener una visión, opiniones y doctrinas que respondan y que nos tranquilicen, dándonos la verdad de una manera indiscutible.¨ (La Aventura del Pensamiento. Fernando Savater. Editorial Sudamericana. Páginas 91-92)

La filosofía renacentista había planteado la necesidad de relacionar al hombre con el mundo y Descartes hace de ello el tema central de su doctrina; una doctrina que no es simplemente especulativa sino también práctica: el hombre puede convertirse en dueño y poseedor de la naturaleza. Ello hacía indispensable poseer un Método fundado en la Razón humana, que diera al hombre los elementos necesarios para llegar al conocimiento verdadero y al dominio del mundo. Esa convicción lo lleva a determinar las reglas y forma de aplicación de ese método: Las reglas del método ¿Cuál es el camino que se puede seguir para llegar al conocimiento y a la verdad? La clave de su búsqueda es el método, que quiere decir camino, que es lo primero que busca Descartes. Un sendero que nos lleve a ideas que nos resulten claras y distintas No aquellas que están confusas, que más o menos aceptamos sin verlas con precisión.

Son las reglas del método:
1. El llamado precepto de la evidencia (o también, de la duda metódica): No admitir nunca algo como verdadero, si no consta con evidencia que lo es, es decir, no asentir más que a aquello que no haya ocasión de dudar, evitando la precipitación y la prevención.
2. El precepto del análisis: Dividir las dificultades que tengamos en tantas partes como sea preciso, para solucionarlas mejor.
3. El precepto de la síntesis: Establecer un orden de nuestros pensamientos, incluso entre aquellas partes que no estén ligadas por un orden natural, apoyándonos en la solución de las cuestiones más simples (que Descartes llama "naturalezas simples") hasta resolver los problemas más complejos a nuestro alcance.
4. El precepto de control: Hacer siempre revisiones amplias para estar seguros de no haber omitido nada.
Descartes anuncia que empleará su método para probar la existencia de Dios y del alma, aunque es preciso preguntar el cómo podrían él, o sus lectores, cerciorarse de que los razonamientos que ofrece con este objeto tienen genuino valor probatorio.

El Discurso del Método es considerado por unanimidad como el principio del pensamiento filosófico moderno de Occidente. Muchos méritos justifican tal aseveración, entre ellos el propósito de metodologización del conocimiento y la deliberación crítica, independiente y radical.
Se considera a Descartes el fundador del Racionalismo.
El método cartesiano, es un procedimiento para hallar la verdad.

Al menos desde que Hegel escribió sus Lecciones de historia de la filosofía, en general se considera a Descartes como el padre de la filosofía moderna (independientemente de sus aportes a las matemáticas y la física).
Este juicio se justifica, principalmente, por su decisión de rechazar las verdades recibidas, p. ej., de la escolástica, combatiendo activamente los prejuicios. Y también, por haber centrado su estudio en el propio problema del conocimiento, como un rodeo necesario para llegar a ver claro en otros temas de mayor importancia intrínseca (la moral, la medicina y la mecánica).
En esta prioridad que concede a los problemas epistemológicos, lo seguirán todos sus principales sucesores.

Descartes fue considerado el filósofo de la duda porque pensaba que, en el contexto de la investigación, había que rehusarse a asentir a todo aquello de lo que pudiera dudarse racionalmente.
Él estableció tres niveles principales de duda:
En el primero, citando errores típicos de percepción de los que cualquiera ha sido víctima, Descartes cuestiona cierta clase de percepciones sensoriales, especialmente las que se refieren a objetos lejanos o las que se producen en condiciones desfavorables.
En el segundo se señala la similitud entre la vigilia y el sueño, y la falta de criterios claros para discernir entre ellos; de este modo se plantea una duda general sobre las percepciones (aparentemente) empíricas, que acaso con igual derecho podrían imputarse al sueño.
Por último, al final de la Meditación I Descartes concibe que podría haber un ser superior, específicamente un genio maligno extremadamente poderoso y capaz de manipular nuestras creencias. Dicho "genio maligno" no es más que una metáfora que significa: ¿y si nuestra naturaleza es intelectualmente defectuosa?, de manera que incluso creyendo que estamos en la verdad podríamos equivocarnos, pues seríamos defectuosos intelectualmente.

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